Wikipedia

Resultados de la búsqueda

lunes, 27 de noviembre de 2017

DIBUJAN PALABRAS DE AMOR

Título: Dibujan palabras de amor
Seudónimo: Mayu
Mayo 2017

En lengua Jaqaru la persona que recibe el
 nombre de Mayu es un rio cuyas aguas fluyen
y se purifican en su largo recorrido.
De la comunidad originaria Jaqaru, ubicado en el distrito
de Tupe, provincia de Yauyos, Región de Lima

Todas las coordinaciones habían sido hechas con anticipación, las autorizaciones para el ingreso de las autoridades universitarias ya estaban en la puerta del penal, llegarían la encargada del Departamento de estudios a distancia, los coordinadores de mi facultad de Ciencias contables y financieras, así como las autoridades del Establecimiento Penal.

Permitieron el ingreso a mi hija e hijo, mi padre y algunas amistades. Era una gran novedad por primera vez se otorgaba el título universitario de bachiller. Se autorizó que una cantidad de la población penal participara y así motivar y estimular el estudio universitario a distancia. Mis amigas y compañeras vestían sus mejores galas; el auditorio del Establecimiento Penal quedó bien acondicionado para la ceremonia.

Mi padre a sus 80 años disfrutaba de este momento tan importante en mi vida. Él siempre se preocupó por garantizar la educación para todos sus hijos, quizás porque él fue el único de sus 6 hermanos que tuvo la oportunidad de estudiar. Ya se había jubilado, sus pacientes lo recordaban con afecto y cariño. Todos mis hermanos eran profesionales menos yo; y ahora se sentía sumamente feliz y satisfecho. Esa es la imagen que hoy atesoro en mi corazón. Mi padre constataba el cumplimiento de un compromiso muy mío de desarrollarme y potenciar mis capacidades aun en la adversidad. Ver a mi padre feliz me hacía feliz. Mi madre no estaba, ya hacía más de 3 lustros de su partida, pero vale decir que ella me acompañó en aquellos y en todos los momentos. A lisa, mi hermana de padre y madre, la tenía a mi lado como siempre, aunque hace mucho reside en el extranjero.
Mis hijos esperaban sentados en primera fila expectantes. Mi hija la semana anterior había tenido su ceremonia de colegiatura, orgullosa me daba su número de Colegio Médico del Perú, con la cual ya podía ejercer. Ambas habíamos sido, paralelamente, universitarias (ella con beca total, yo con media beca) juntas alcanzamos, cada cual, una de nuestras metas. Ella quería hacer su Servicio Rural Urbano Marginal (SERUM) en un pueblo de Cusco donde estaba enterrado su padre que falleció cuando ella tenía 3 años. Su necesidad de “hallar a su padre”, como ella misma lo dice, fue todo un proceso, deseaba “llenarse de él”, preguntaba, a cuanta persona lo conoció, un sinfín de interrogantes, sobre todo a mi ¿jugaba futbol? ¿Qué música prefería? ¿se hubiera puesto celoso si yo (su hija) tenía enamorado? ¿fumaba? Etc. Cuando tuvo 21 años logramos que por primera vez se fuese a ese alejado pueblo a visitar la tumba de su padre y realmente fue un (re)encuentro íntimo, profundo, casi mistico. Esto lo decidió, al culminar su carrera profesional, a onseguir la plaza en el Centro de Salud de dicho pueblo, sumado a su vocación de servicio la harían, como luego lo comprobamos, experimentar una vivencia enriquecedora.

Mi hijo a sus 11 años sentía que su madre y su hermana le demostraban que aún en el infortunio se podía superar y progresar en la vida si así lo decidíamos en lo mas profundo de nosotros mismos. Ya había pasado el tiempo que de grande quería ser Bombero. Ahora tenia la disyuntiva de querer ser ingeniero (y ganar plata …) pero el problema era que no le gustaban las matemáticas… bueno todavía había tiempo para las decisiones ¿no es así?

A ambos los tuve estando presa. A ella por las circunstancias carcelarias no se me permitió tenerla a mi lado. A él sí, lo tuve conmigo los 3 años que por ley nos corresponde; fue la etapa mas sublime de mi vida, ejercí mi maternidad en el día a día. Mis dos hijos son producto del amor, son hijos deseados y por ello amados inmensamente. Luego de 8 años de la muerte de Ciro, el papá de mi hija, me volví a enamorar y como tenía beneficios penitenciarios podíamos aspirar a tener una familia, lejos estaba que en los años siguientes nos lo quitarían y con ello se prolongaría mi encierro. Me resistí a ser yo misma la que me quite el derecho a tener una familia. Ahí comprobé que nuestros lazos de amor impulsan mi vida y le dan sentido.

Los primeros años de mi carcelería fueron extremadamente difíciles. Concluí que ante la incertidumbre de mi futuro me quedaba la certeza de mi presente. A mi hija no la pude ver por varios años, aun asi, yo no dejaba de escribirle permanentemente. Un buen día me la traen de visita, yo con miedo de que no me reconozca. A sus 7 años mi hija corrió a mi encuentro, ambas nos abrazamos con toda la tristeza de años. Jugamos, reímos, charlamos, la acariciaba eternizando mi corazón aquellos 30 minutos, 30 minutos que nos llenaban de vida. Al despedirnos le recomiendo “Cuida a tu abuelita porque esta enfer..”, “eso ya me dijiste” me interrumpió, yo asombrada miro a mi hermana “tu hija ya sabe leer” me dice, mi niña asentía orgullosa su cabecita. Nunca deje de escribir a mis hijos, aún hoy lo hago siendo ella adulta y él un adolescente. Aprendimos juntos que el amor se fortalece cuando compartimos vida, es decir, cada tristeza, cada alegría, cada paso por más pequeño o grande que realicemos. Todos tenemos miedos y temores, podemos optar por huir, replegarnos y alejarnos, o al contrario dejar que el amor nos empuje y ayude a superarlo. Nosotros optamos por lo último.
No fue fácil, lo reconozco, ayudar a mi hijo de la mejor manera a entender que su padre decidió formar una nueva familia; a sus 6 años, él no entendía porque su mama no estaba a su lado, porqué él la iba a visitar, porqué ella no venía a verlo y porqué su padre formó un nuevo hogar. Centré todas mis fuerzas en que mi hijo sienta mi amor de madre, contestando en su lenguaje, cada duda o inquietud que me planteaba. Reafirmándole “tu padre y yo nos hemos separado. Pero te amamos y te amaremos toda la vida”

Cuando ya tenía 12 años estábamos junto a su hermana y como de costumbre tenia algunas preguntas para cada una ¿Cuál fue el momento más triste de tu vida? ¿Cuál fue el momento más vergonzoso de tu vida? ¿Cuál fue el momento más feliz de tu vida? Cuando le tocó responder la última pregunta dijo “Cuando me dijiste que estabas presa”, mi hija y yo nos quedamos asombradas: mi hijo con esta confirmación recién entendió que yo impedida de salir, con ello borro de su mente y corazón que yo lo había abandonado y no lo quería. Entonces mis palabras y actos de amor tomaron el tono de veracidad y sinceridad. Los tres nos hemos acostumbrado a hablar con la verdad, aunque ella duela, por supuesto que he omitido algunas cosas hasta que estén en edad de entender. Compruebo que mi libertad no se limita a estos muros y rejas, los cruza y los trasciende.

He cargado durante más de dos décadas con el sentimiento de culpa por no estar junto a mis hijos; ellos han padecido mi ausencia. Viví largos días y noches de soledad, de encierro físico y del alma. Reflexionando, reevaluando, reconsiderando los pasos dados, asimilando mi imperfección, mis errores y horrores. Aprendiendo a perdonarme, a asumir la responsabilidad de mis decisiones, a reforzar la voluntad de enmienda, de demostrar en el día a día mi actitud correctiva, positiva y constructiva. Ante este desacierto, error o falta es digno y valiente pedir perdón y/o disculpas y dignifica más concederlo. Yo he pedido perdón a mis hijos, familia, asi como a la sociedad. Sí, he pisado fondo, pero me ha servido para impulsarme a salir a flote, como bien lo dijo Julio Ramón Ribeyro. Mi familia y yo aprendemos a perdonar y continuar unidos en nuestro proyecto de vida.
Terminada la ceremonia, se reciben los saludos y realizamos el brindis (con refresco, claro está) de rigor. Nos toman una foto del recuerdo a mi padre, mis hijos y yo, que es la que tengo al costado de mi cama como muestra motivadora que si podemos compartir vida, libertad y amor a pesar de mi prolongado encierro.

Continúo, como cada día, con mis ejercicios matutinos, estudiando idiomas, leyendo literatura, pintando al óleo, trabajando para auto sostenerme y apoyar en algo a mis hijos. Nos hemos entrenado los tres en trazarnos metas y cumplirlas, a no detenernos, a confiar en nuestras capacidades y potencialidades. Ya son pocos los años que me faltan para cruzar la puerta hacia la libertad.
Me visualizo mojando mis pies en las aguas marinas y sonriendo a mi familia que en la arena dibujan palabras de amor. Imagino que acompaño en silencio, los desvelos de noches de estudios de mis hijos y el mío propio, porque hasta el último de nuestros días hay que estudiar. Recreo a futuro episodios de arduo trabajo ejerciendo mi profesión, de socialización y disfrute sano con familiares y amistades. Me veo compartiendo con el vecindario y la comunidad los logros y metas que juntos iremos alcanzando. Actúo hoy y mañana valorando y defendiendo nuestros derechos, siendo justos, buscando la equidad. Me convenzo que mi vida tiene sentido si construyo en mi entorno, lazos de amor y confianza y, si nunca desmayo en luchar y esforzarme por una sociedad democrática, justa, con bienestar general y sólidos valores éticos.