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jueves, 3 de mayo de 2018

FERNANDO – CIRO – LUCHO (II)



Me tocaba ya mi trabajo de parto, era primeriza, no había tenido ningún control prenatal, no había ginecólogo en ese penal de máxima seguridad, construido solo para presos hombres, no estaba pues preparada en profilaxis ni había recibido alimentación balanceada y reforzada, ni multivitamínicos. Como ingrese al penal con muelas cariadas y al no haber atención dental de curación, tuvieron q extraerme varias muelas.

La Guardia Republicana (custodios policiales en cárceles) no quería llevarme al hospital a dar a luz, no había médico permanente en el penal, solo si había una emergencia traían al médico de turno del penal de Lurigancho. Es decir, debía dar a luz por mi cuenta. Se inicio las contracciones para el parto, mis compañeras tupacamaristas comenzaron a agitar consignas: “exigimos respeto a nuestros derechos”, “exigimos atención de salud para nuestra compañera”, “exigimos evacuación a la maternidad de lima”. Así fue como los compañeros del 4to piso del pabellón 2ª escucharon y también comenzaron a agitar, lo valioso es que el resto de la población penitenciaria (delito común) también agitaron apoyando que atiendan a la embarazada. Yo era la única embarazada en ese momento, y tu: Ciro, el padre y el delegado de los compañeros presos tupacamaristas. Me llevan al tópico del penal, me examinan y opinan que debo ser evacuada la Maternidad de Lima.

Por la presión de lxs compañerxs, el comandante de la Guardia Republicana, director del Penal, trae al tópico al delegado del pabellón 2ª, te traen a ti Ciro, no sabían que eras el padre de mi bebe, el policía me mira y me dice que me dejará unos minutos con el delegado para que lo “tranquilice”; ya juntos, me preguntas “¿Cómo estás?” “Bien, ya tengo contracciones, me llevaran al hospital”; nos acariciamos solo con la mirada, sentí tu compañía y ternura. Ambos estábamos entrenados para no ser efusivos ni demostrativos en público, éramos presos políticos, guerrilleros, firmes y sin flaquezas. Esa es la imagen que el personal policial debía llevarse, pues sino abusaban y reprimían sin contemplación. Los tiempos eran duros y difíciles.

Tuve (tuvimos)la oportunidad de estar lxs tres (mi hija, Fernando y yo) juntos momentos antes de dar inicio a la gran travesía de nuestra querida hija, que empezó el 16 de Junio de 1988, yo tenía 23 años y tú, Fernando, 24 años.

miércoles, 25 de abril de 2018

FERNANDO - CIRO - LUCHO (I)



Eras el padre de mi nena. Llegue al penal de máxima seguridad Miguel Castro Castro en un embarazo de dos meses y con el brazo derecho fracturado por las torturas que me hicieron en la DIVISE (División antisecuestros). Ya conocía el penal, había ido solo una vez a visitarte y en ella dio su fruto nuestra hija.

Sabía que debía pedir que me coloquen junto a las compañeras tupacamaristas en el pabellón de “admisión”, así lo hice, pero como era de esperarse el INPE (Instituto Nacional Penitenciario) no me oyó y decidieron colocarme en el pabellón 1ª que era donde estaban recluidas las presas de PCP Sendero Luminoso; no ingresé, me quedé en el “gallinero”, especie de patio pequeño antes de ingresar al pabellón.

En ese trance busqué el 4to piso del pabellón 2ª donde estaban los compañeros tupacamaristas, levante mi brazo izquierdo haciendo la (V) que era nuestro símbolo de Venceremos, vi a lo lejos que llegó a la ventana apurado y jadeante Fernando, Ciro te llamaban en el contingente, más usaste Lucho como seudónimo cuando trabajábamos juntos, me decías a todo pulmón que debía ir al pabellón de “Admisión” donde estaban las compañeras esperándome, contesté que lo pedí pero que no me dejaban ir, por eso me quedaría en el “gallinero”. Entonces, todos los compañeros comenzaron a agitar pidiendo hablar con el alcaide de turno, mientras yo explicaba tanto a la Guardia Republicana (custodios policiales) como a la delegada senderista que no ingresaría a ese pabellón pues me correspondía estar junto a mis compañeras; ahí note tu mirar, mientras el resto reclamaba en voz en cuello, sentí tu mirar doloroso de verme presa, con yeso en mi brazo derecho y ya sabias que tu bebé, nuestra bebé, estaba en mi vientre. Leí en tu mirar que hubieres dado todo por no verme así y en ese lugar recluida, yo volví a levantar mi brazo haciendo la V con mis dedos, reaccionaste y también respondiste con la misma señal; nos dábamos fuerza aun en la adversidad.