Me tocaba ya mi trabajo
de parto, era primeriza, no había tenido ningún control prenatal, no había
ginecólogo en ese penal de máxima seguridad, construido solo para presos
hombres, no estaba pues preparada en profilaxis ni había recibido alimentación
balanceada y reforzada, ni multivitamínicos. Como ingrese al penal con muelas cariadas
y al no haber atención dental de curación, tuvieron q extraerme varias muelas.
La Guardia Republicana
(custodios policiales en cárceles) no quería llevarme al hospital a dar a luz,
no había médico permanente en el penal, solo si había una emergencia traían al
médico de turno del penal de Lurigancho. Es decir, debía dar a luz por mi
cuenta. Se inicio las contracciones para el parto, mis compañeras
tupacamaristas comenzaron a agitar consignas: “exigimos respeto a nuestros
derechos”, “exigimos atención de salud para nuestra compañera”, “exigimos
evacuación a la maternidad de lima”. Así fue como los compañeros del 4to piso
del pabellón 2ª escucharon y también comenzaron a agitar, lo valioso es que el
resto de la población penitenciaria (delito común) también agitaron apoyando que
atiendan a la embarazada. Yo era la única embarazada en ese momento, y tu:
Ciro, el padre y el delegado de los compañeros presos tupacamaristas. Me llevan
al tópico del penal, me examinan y opinan que debo ser evacuada la Maternidad
de Lima.
Por la presión de lxs
compañerxs, el comandante de la Guardia Republicana, director del Penal, trae
al tópico al delegado del pabellón 2ª, te traen a ti Ciro, no sabían que eras
el padre de mi bebe, el policía me mira y me dice que me dejará unos minutos con
el delegado para que lo “tranquilice”; ya juntos, me preguntas “¿Cómo estás?” “Bien,
ya tengo contracciones, me llevaran al hospital”; nos acariciamos solo con la
mirada, sentí tu compañía y ternura. Ambos estábamos entrenados para no ser
efusivos ni demostrativos en público, éramos presos políticos, guerrilleros,
firmes y sin flaquezas. Esa es la imagen que el personal policial debía llevarse,
pues sino abusaban y reprimían sin contemplación. Los tiempos eran duros y difíciles.
Tuve (tuvimos)la
oportunidad de estar lxs tres (mi hija, Fernando y yo) juntos momentos antes de
dar inicio a la gran travesía de nuestra querida hija, que empezó el 16 de
Junio de 1988, yo tenía 23 años y tú, Fernando, 24 años.