Era mi cuarta detención, en mayo de 1993, llegaste
junto con Liz a las dependencias de la DINCOTE, me dejaron verte, te vi más
ancianita, tus cabellos grises, tus lentes gruesos pero que no ocultaban tu
dulce mirar, tu suave voz que jamás me lanzó un reproche ofensivo, tu cuerpo
encorvado que caminaba lentamente, pero tu inmenso amor de madre hacía que llegaras hasta el corazón
mismo de ese tenebroso cuartel policial. Te vi y mi ser se estremeció de amor y
también de temor de que te hagan algo, inmediatamente sentí tu sufrimiento,
combinado con esa fuerza tan tuya que brotaba como una luz que iluminaba y
tranquilizaba mi alma. Nos miramos y te abracé con ese amor infinito.
El llanto pugnaba por salir…, pero era un acuerdo
tácito entre las dos, ¡No lloraríamos! Estábamos para darnos fuerza mutuamente,
y esa era una forma de mantenernos en pie. Fueron unos minutos eternos, que me
sirvieron para guardarlos como el tesoro más grande, pues me llegarían momento
muy difíciles y tu solo presencia me subliminaba. No te había visto hacía más de tres años…, cuando ibas a
visitarme al penal Miguel Castro Castro, habías envejecido, tu diabetes te
estaba consumiendo, pero te consumía más el dolor de saberme expuesta al
peligro y a los daños que conocías me hacían y me harían. Nunca supiste de mis
labios todo lo que me hicieron, jamás escuchaste una queja mía por lo que me
tocaba vivir, pero eras mi madre y te dabas perfecta cuenta de lo terrible de
mi situación. No sabía que pasaría, no sabía si volvería a verte, solo tenía la
absoluta certeza de que me amabas, y yo te amaba infinitamente…, terminados los
minutos, teníamos que despedirnos…, nos abrazamos y en un susurro, mirándome me
preguntas “¿HASTA CUANDO?”
Me estremecí,
por primera vez escuché de tus labios la necesidad de sentirte en paz,
tranquila, de tener a tu Lucerito a tu lado, sin miedos ni temores, sin la
angustia de no saber que le pasará a su hija, a pesar de que evitaba de que te
enteraras de las atrocidades que sucedía y que tuve que soportar, te llegaban
comentarios de los sucesos de violencia política y la violencia del Estado.
Te miré como mira una hija pidiéndole disculpas y a
la vez pidiéndote (nuevamente y egoístamente) que me ayudes a ser fuerte en ese
momento…” No lloremos madre, no delante de ellos”; tragaste saliva y erguiste
tu rostro, con esa tu firmeza de siempre, me besaste y yo a ti…, mi ser se
quebrantó, me apuraron para retirarme, no quería que me veas sufrir, te di una
sonrisa y tú me contestaste con otra que endulzaba tu rostro, me aleje
rápidamente.
En la soledad de mi celda transitoria, en silencio el
llanto mudo dejo salir el dolor de mi alma, ¡¿cómo podía ser tan grande su amor
por mí?! Que podía responderle a ella ante tamaña pregunta “¿Hasta cuando?” Ni yo misma lo sabía,
¿cuándo acabaría todo esto? Mi convicción de lucha es mi esencia de vida, y por
ello estoy dispuesta hasta dar mi vida misma, pero acaso ¿no estoy siendo
egoísta al no pensar en el sufrimiento que les causo a mi madre y a mi familia?
Créeme madre, que este cuestionamiento íntimo lo he llevado y lo llevo a flor
de piel.
“¿HASTA
CUANDO?” No
termino de hacerme esa misma pregunta, hoy mayo del 2011, después de más de 20
años de carcelería, de haber vivido situaciones terribles y de saber que se
darán más situaciones semejantes. ¿Hasta cuando quieren que siga acá presa?
¿Hasta cuando estoy (estamos) negada (os) a una vida como ser humano en
libertad? ¿Hasta cuando tienen que esperarme mis seres más amados: mis hijos y
mi familia, para vivir juntos?
Quisimos alcanzar la transformación social por el
bien común, pero no lo conseguimos; muchos han muerto en el camino, otros están
lisiados, otros presos como yo; entregué todo lo que tenía por un ideal, luché
con convicción por un Perú Justo, libre y soberano. No tengo nada material, mas
creo que mi más grande triunfo es estar viva, cuerda y con harto amor por
entregar, me revitalizo con la confirmación de que los que poseen amor en su
interior no podrán ni pueden ser indiferentes ante las injusticias. Y sé que
así como antes, ahora muchos se preguntarán:
¿Hasta cuándo niños tristes por no poder saciar su hambre?
¿Hasta cuándo pueblos cuyo territorio es avasallado por la contaminación y derivación
minera y petrolera?
¿Hasta cuando las mujeres violentadas por ser consideradas seres inferiores, “débiles”,
o un objeto de pertenencia?
¿Hasta cuándo jóvenes sin trabajo y/o estudio sin oportunidad de demostrar sus
capacidades?
¿Hasta cuándo ancianos abandonados a su (incierta) suerte?
¿Hasta cuándo tanta desigualdad en la distribución de la riqueza que posee
nuestro Perú?
¿Hasta cuándo mujeres y hombres exprimidos en sudor con 12, 14,16 horas de trabajo?
¿Hasta cuándo caritas sucias y niños desamparados sin un techo, educación y salud?
¿Hasta cuándo una clase política manchada sus manos de corrupción, comprando
conciencias y voluntades?
¿Hasta cuándo madres angustiadas por el futuro (incierto) de sus hijos feliz?
¿Hasta cuándo la violencia en las calles?
¿Hasta cuándo no podremos tener una vida digna y feliz?
Entonces, cuando se hallan podido contestar esas
preguntas, cuando actuemos hacia el camino de bienestar social, solo ahí madre,
podré contestarte y también contestarme a mí misma. TE AMO
No hay comentarios:
Publicar un comentario